A los que me enseñaron algo en Tirol
Mercedes en la ducha pensó que todos los cánones del arte estaban obsoletos. Que la vida así como la había leído no tenía más sentido, o al menos para ella. Claro que no era el descubrimiento de la pólvora, pero para Mercedes cerebro chiquito alma para adentro estudiosa lectora del canon, era la eureka misma.
Se había pasado la última semana corriendo, con muchísimo gusto, entre Resistencia y Tirol, con la cámara emocionada de tantos colores y formas que una veintena de tipos iban dibujando en los muros tiroleros.
En esos días, mientras buscaba el mejor ángulo para la foto del diario, uno de los esos tipos, el más viejo, con ese cantito dulzón que sólo tienen en el noroeste argentino, decía que el arte público era la más solidaria de las expresiones plásticas porque estaban ahí, artista y público, viendo, ambos con distintos ojos, como la obra nacía y se hacía eso que es, y sobre todo lo que no es. Mercedes paró la oreja y eso que decía el catamarqueño comenzó atravesarla sin que ella sepa cómo y de qué venía.